Podría pasarse a valores blue chip, poner todo el dinero posible en inmobiliaria y convertir el efectivo en francos suizos y lingotes de oro. Son los destinos para su dinero más alejados de las Bitcoin, Litecoin, Ethereum y demás criptomonedas que están subiendo como la espuma.
Pero hay un problema: cuando llegue la crisis (y ya parece inevitable), no le protegerá del todo contra los daños. Los inversores pueden tomar decisiones inteligentes, como desligarse de las finanzas e incrementar el capital tecnológico sobrevalorado, pero la historia nos enseña una lección incómoda: las burbujas, cuando estallan, afectan a todos y esta no va a ser distinta.
Todo mercado alcista tiene al menos un activo que se vuelve loco. La última vez fue la vivienda y antes las acciones punto com. Ahora son las Bitcoin y demás monedas digitales lanzadas tras su estela. Como la mayoría de los frenesís inversores, detrás de tanto revuelo hay una buena idea, ya que en una economía global, cada vez más digital, tiene sentido tener dinero digital global con el que comerciar.
Sin embargo, eso no significa que valga una fortuna. Al contrario, una de las características de las monedas en funcionamiento es que su valor permanece bastante estable. El dinero digital ha pasado de ser un concepto con potencial a una burbuja. El fin de semana pasado, Bitcoin superó los 9.000 dólares y es muy probable que alcance las cinco cifras en el momento en que lea esto. Algunos rivales se han disparado todavía más deprisa. Los valores totales de las criptos, o como se diga en plural un conjunto de monedas digitales, ya están por encima de los 300.000 millones de dólares.
No tiene mucho sentido debatir si están sobrevaloradas o no. Cualquier activo que se multiplique por diez en un año tiene claramente un toque de exuberancia irracional y el que piense lo contrario debe releerse la historia de las finanzas.
Quien haya tenido la suerte de poseer Bitcoin habrá debido de venderlas casi todas a estas alturas. El resto evitamos la burbuja, manteniéndonos alejados e invertimos en activos seguros. Pero no creo que baste. La historia nos dice que las crisis afectan a todos, sin importar que hubieran tenido o no una hipoteca basura.
El colapso financiero de 2008 y 2009 perjudicó a personas que no tenían nada más arriesgado que algo de efectivo en una sociedad de construcción.
Todos sentimos las consecuencias de la crisis punto com, aunque no hubiéramos invertido en una empresa destartalada de Internet. De la misma manera, la criptocrisis expandirá sus efectos por todas partes.
¿Por qué? Hay tres razones. Primero, todo el dinero de capital riesgo que se ha vertido en las criptomonedas podría desaparecer de un plumazo. Algunas recaudaciones fueron enormes: en verano, el cambio monetario Coinbase recaudó 100 millones de dólares, con una valoración de todo el negocio de 1.600 millones de dólares. Esas pérdidas se observarán por todas partes.
Después, todas las criptomonedas son una forma de dinero y en 2008 aprendimos lo que ocurre cuando parte del sistema financiero se empieza a tambalear. Las pérdidas se reproducen en los lugares más inesperados. No hay manera de saber qué clase de canjes y contratos de derivados pueden haberse suscrito en una criptomoneda, aunque con un valor combinado de 300.000 millones de dólares, alguno que otro habrá. Ese dinero podría perderse también... y eso hará daño.
Por último, podría desencadenar fácilmente una oleada más amplia de ventas. Cuando un puñado de punto com ridículamente sobrevaloradas empezó a caer en el año 2000, no era más que el comienzo de un mercado bajista más amplio.
El criptocolapso podría ser el principio del hundimiento de los índices de capital y después la derrota del mercado de bonos cuando se evapore la confianza. Las pérdidas de un par de monedas Bit o Lite tal vez no importen mucho, pero la liquidación generalizada dañará a todo el mundo. Cuando suceda, seguramente será espantosa y repentina. ¿Qué puede hacer el inversor? Hay varias precauciones obvias. Lo más lógico es alejarse de las propias criptos, aunque no será suficiente si el hundimiento del dinero digital es solo el comienzo de una desaceleración más amplia.
También deben alejarse de los sectores más propensos a verse afectados por la crisis, como por ejemplo las finanzas. Los grandes bancos serán seguramente contrapartes de cualquier contrato firmado en Bitcoin o sus rivales. Podrían tener préstamos pendientes que desaparecerán. Después de todo, si un fondo de cobertura pide dinero prestado, ¿quién sabe en qué va a especular?
Además, los gigantes financieros han invertido en muchas empresas nuevas de moneda digital. Ese dinero tendrá que amortizarse enseguida, aunque no son solo los bancos. Muchas empresas tecnológicas se han visto atrapadas en el delirio. También sufrirán y, como muchas parten de valoraciones astronómicas, las caídas podrían ser aparatosas. Si todo el mercado se hunde, esos sectores serán los más afectados.
Sin embargo, algunos activos rendirán bien. El metálico analógico a la vieja usanza será uno de los grandes ganadores. No subirá en valor (no funciona así) pero lo conservará. El oro será el gran triunfador. No sólo siempre sobresale en las crisis, sino que además se ha hablado mucho de que Bitcoin lo sustituirá como almacén de valor.
Cuando las criptos se hundan, todo el mundo correrá hacia la alternativa metálica. Esperen que algunas monedas de refugio seguro salgan bien paradas también. El franco suizo, por ejemplo, será más fuerte que nunca.
Hay argumentos convincentes a favor de las criptos. Acabarán convirtiéndose en parte provechosa del sistema financiero, pero se han convertido en una burbuja salvaje. La única respuesta racional para los inversores es empezar a pensar en cómo sobrevivirán a la crisis, porque no tiene sentido perder dinero con una locura tan obvia.
Publicado originalmente en: El Economista.es