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Con el modelo economico del Socialismo del Siglo XXI, los resultados serán cada vez peores.

domingo, 5 de febrero de 2017




Es la Remedios la Bella de los entornos macroeconómicos. En un coro nadie sobresale, pero Anabella Abadi (Caracas, 1986) descuella de inmediato tanto por su hermosura como por su inconmovible seriedad. Hija menor de otros dos economistas, no cuesta imaginarla como la estudiante más fajada e inalcanzable del salón de clases. Es profesora de la UCAB y de una abadía de excelencia ya casi sepultada por 18 años de ignorancia: el IESA, cuatro letras proscritas que resguardan la secuencia del ADN del libre mercado.

Abadi forma parte de una serie de sobre jóvenes intelectuales atrapados dentro de una revolución que desprecia el conocimiento formal. Como un símbolo de que no todo está perdido, actualmente espera una bebé.

—¿Qué se siente vivir en el que sus recomendaciones son sistemáticamente desoídas?

—No me considero un ave de mal agüero o tampoco una especie de Casandra. Simplemente soy una economista que gracias a su formación logro identificar patrones y tendencias en el entorno. Lamentablemente, desde que entré en el mundo profesional esos patrones y tendencias han sido en general negativos. Venezuela tiene grandes potenciales, pero actualmente enfrenta trabas para su desarrollo levantadas por el propio Gobierno central. Incluso cuando no escuchan al gremio de economistas, considero que sigue siendo nuestra responsabilidad hablar de los problemas que identificamos y, sobre todo, dar propuestas para que Venezuela se encamine en una ruta de recuperación económica y social.

—El chavismo se empecina en una política económica que parece ir contra toda lógica formal. ¿Cuestión de buena fe, orgullo o cuidadosamente planificada estrategia de dominación?

—Como analista de políticas públicas, no puedo evaluar intenciones implícitas, sino objetivos explícitos. Los resultados de los últimos 18 años revelan que los planes del gobierno en materia económica han fracasado y que, gracias a una gran cantidad de recursos petroleros, se pudieron subsanar muchas deficiencias. Es posible que algunos crean que una economía controlada es la única que puede proteger a los más desfavorecidos, pero los resultados del modelo económico hablan por sí mismos. Muchos creen que, más que buena fe, es un tema de intereses de los grupos de poder que hacen vida en las altas esferas del gobierno.

—¿Qué nombre le coloca al experimento que se ha desarrollado en Venezuela desde 1999?

—Si bien la caja de herramientas de los gobernantes ha cambiado, y más allá de los debates ideológicos, parece indiscutible que las características básicas del modelo económico del socialismo del siglo XXI es una copia a carbón de los socialismos clásicos del siglo XX, tal y como los caracterizó János Kornai, prestigioso economista de origen húngaro: hegemonía política del partido de Gobierno; rechazo a la propiedad privada y control gubernamental del aparato productivo nacional; y uso de la planificación central y controles administrativos con el fin de facilitar el control directo de la economía por parte del Gobierno. Y como no sería razonable esperar resultados diferentes al implementar un mismo experimento, el socialismo del siglo XXI se ha traducido en restricción presupuestaria blanda, empresas públicas con déficits constantes, problemas de producción, necesidad de subsidios, disminución de la diversidad de productos, escasez crónica e incremento en los precios. El gobierno anuncia constantes planes de revisión, rectificación y reimpulso, pero si no se rompen las bases perversas del modelo económico del socialismo del siglo XXI, los resultados serán cada vez peores.

—¿Se considera defensora de los intereses de una minoría parasitaria?

—Me siento increíblemente privilegiada, no sólo porque mi familia y yo pudimos invertir muchos recursos y tiempo en mi educación, sino porque mi formación, estimo, es y seguirá siendo de utilidad para la sociedad. No me considero defensora de los intereses de un sector privilegiado de la sociedad; me considero defensora de la justicia y las libertades económica, social y política, todas previstas en la Constitución, pilares fundamentales para el desarrollo armónico de las sociedades. Creo firmemente en que el mejor ciudadano es el ciudadano bien informado y considero que parte de mi responsabilidad ante la sociedad es llevar los conocimientos que tuve la fortuna de aprender. Soy una economista que, además de luchar por entender el caos diario que vivimos, hago un esfuerzo por transmitir lo aprendido; quiero creer que dejo algún mensaje en quienes deciden leerme u oírme.

—¿Cree que globalmente ya se resolvió el debate sobre la conveniencia del libre mercado?

—En general, se estima que los mercados son los mecanismos más eficientes para la asignación de recursos escasos. Sólo cuando los mercados fallan, se esperaría una intervención de los gobiernos. Como resulta evidente, los controles han sido un rotundo fracaso, y aunque el boom petrolero permitió financiarlos durante tanto tiempo, las fallas estructurales del modelo nos han llevado a una crisis socio-económica de proporciones históricas. Para reactivar la producción local es indispensable restituir los derechos y libertades económicas previstas en la Constitución.

—¿Es más justa una sociedad que reparte eficientemente la miseria?

—La economía es la ciencia social que estudia la asignación de recursos en fines múltiples. Sin el factor escasez, no habría problema alguno que resolver. En Venezuela, al igual que en otros países del mundo, se equipara la prosperidad con el nivel de riqueza personal; así, ante recursos escasos, serán prósperos sólo los ricos. Creo que esta noción es un error. La prosperidad es calidad de vida. Eso incluye acceso y disponibilidad de servicios públicos de calidad, oportunidades de desarrollo socio-económico, seguridad personal y jurídica y justicia y libertad personal.

—¿Qué episodio ha resumido la tragedia de la economía chavista?

—Reducirlo a uno es difícil. Hay decenas de momentos claves marcados en nuestra memoria colectiva: la purga de Pdvsa, el “millardito”, los mil y un ¡exprópiese!, el Dakazo.

—¿Una economista está más allá de los problemas económicos?

—Hacer seguimiento a la crisis es parte de mi trabajo diario y es inevitable que me impacte afectivamente. Los economistas podemos parecer insensibles al decir frases tan duras como “la situación puede empeorar”, lo que intentamos es presentar análisis objetivos mientras que, en ocasiones de manera infructuosa, escondemos nuestros miedos personales. Es imposible vivir en Venezuela, entender la magnitud de la crisis, saber que los responsables deciden ignorar esta realidad y dormir tranquilos todas las noches. Nadie se salva de la crisis, ni siquiera los economistas. Sin embargo, no creo que debamos permitir que una crisis sin fecha de vencimiento paralice nuestros planes de vida. Seguir adelante es difícil, pero posible. Me casé hace apenas siete meses y ya estamos esperando nuestro primer bebé. Tenemos muchas angustias y miedos, pero seguimos trabajando siempre con la mejor de las intenciones. Sabemos que dentro y fuera de Venezuela muchos siguen haciendo lo mismo.

Esta entrevista pertenece a una serie de jóvenes intelectuales venezolanos.

Anabella Abadi (@Janabadi) es caraqueña nacida el 19 de julio de 1986. Hija de dos economistas y la menor de dos hermanas. Consultora asociada en ODH Grupo Consultor. Economista egresada de la UCAB y especialista en Gobierno y Gestión Pública Territoriales de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Profesora de la UCAB y de la dirección de Educación Ejecutiva del IESA. Junto a la periodista Luz Mely Reyes, conduce Análisis de Entorno en Fedecámaras Radio. Coautora de los libros  Gestión en Rojo (IESA) y El control de precios en Venezuela: 1939-2015 (Cedice, UCAB y UMA).

Publicado en: El Estimulo
 
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