La liberación del español secuestrado en Aragua ocurre cuando Venezuela todavía no se ha recuperado del caso Manaure, una nuevo zarpazo de dolor en el país más violento del planeta. El cuerpo de Dereck, hijo de 15 años del famoso jugador de baloncesto Juan Manaure, fue recuperado el martes pasado en una zona boscosa del centro del país, tras ser secuestrado en vísperas de Nochebuena. Una nueva tragedia seguida durante dos meses, con amargura y casi sin esperanzas, por la opinión pública venezolana, publica El Mundo de España.
Por Daniel Lozano/Corresponsal en Caracas
Según confesó uno de los delincuentes a la Policía, el muchacho, que sólo comió mandarinas durante nueve días, fue ejecutado el 1 de enero con dos disparos de escopeta en el cuello. Herido de gravedad, le dejaron morir mientras se desangraba. Dos días después, la banda exigió al deportista 30 millones de dólares.
Nada más conocerse el desenlace, una orgía de sangre se desató en dos cárceles del país, en las que cuatro integrantes de la banda de secuestradores murieron asesinados, incluido ‘El Oso’, presunto autor intelectual de la operación. El plan para raptar al joven se originó en uno de estos presidios, Tocorón. Una familiar del jugador suministró la información a su novio, encarcelado, quien contactó a otros delincuentes para llevarlo a cabo. La mujer está detenida y su novio es uno de los cuatro asesinados en lo que la policía definió como reyertas, tan habituales en las cárceles venezolanas.
Violencia a flor de piel en una sociedad marcada por la tragedia, que en 2016 sufrió 28.479 muertes violentas, una cada 18 minutos. Y que tiene al secuestro como una de las mayores amenazas, sobre todo para las clases media y alta.
Su industria crece sin parar en un país abatido por la crisis. Pese a que el gobierno oculta las estadísticas oficiales, criminólogos como Fermín Mármol calculan que en 2016 se llevaron a cabo 3.000 secuestros exprés, la mitad de ellos no denunciados. Otro experto, Marcos Tarre Briceño, calcula que el 10% de los casos acaban con la muerte de los plagiados.
El oscurantismo oficial impide conocer su verdadera dimensión, confirma el abogado penalista Luis Izquiel. Pero una encuesta de victimización realizada en 2009 por el Instituto Nacional de Estadística arrojó un número tan elevado de secuestros, 16.000, que nunca más se ha vuelto a hacer.
El caso del ciudadano español es una “excepción”, añade Izquiel. La larga duración, la logística y las triangulaciones fuera del país así lo confirman. Lo habitual son los secuestros de unas horas y, sobre todo, en la madrugada. Se han dado casos de hasta cinco personas, capturadas en distintas partes de la ciudad, que comparten un mismo destino sin conocerse de nada. Y la mayoría de las veces en un vehículo que no deja de circular mientras se negocia con los familiares de cada uno de ellos.
La amenaza ha crecido tanto en una sociedad atemorizada que se imparten cursillos de cómo enfrentarse a un intento de secuestro, incluso de cómo comportarse si ya se está bajo el control de los delincuentes. Expertos aconsejan a las familias crear una historia compartida por todos que sea la que se comunica a los malhechores llegado el caso. También es necesario que se señale en la agenda del teléfono celular un número de contacto. La inflación de la moneda local, la mayor del planeta, ha provocado que las bandas exigen que los rescates se paguen en dólares. Hay familias que ya cuentan con un dinero en efectivo para resolver una situación tan extrema.
“Gracias a toda esa gente bella que estuvo en todo momento pidiéndole a Dios por mi hijo, no tengo palabras para tanto dolor”, escribió Manaure en su cuenta de twitter horas después de conocer el desenlace. El jugador, que se declara revolucionario, pidió la ayuda de Nicolás Maduro durante el secuestro de su hijo.
“Cuando secuestran y asesinan niños, los nuestros están ahí representados. Esa es la verdadera guerra en la que está envuelta Venezuela”, se lamentó el politólogo Luis Vicente León, en una clara referencia contra la narrativa revolucionaria, que define como “guerra económica” la monumental crisis económica, social y política que sufre el país.